Mitos y conceptos que van en contra de una imagen laboral positiva.  

Lograr un buen look laboral tiene sus secretos y muchas veces, por más esmero y tiempo de producción, el resultado no queda a la altura de las circunstancias y se desaprovecha una oportunidad valiosa para proyectar una marca personal positiva e impactante.   

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Una de las razones posibles de esto: tomar como verdades absolutas ideas ya descartadas o suposiciones erradas.

Para que no suceda, en esta nota te cuento cinco mitos muy instalados que conviene dejar de lado y te doy algunos tips para hacer una elección mucho más favorecedora.

1.  El negro siempre queda bien

Es cierto: asegura formalidad, brinda una cuota de elegancia y tiene su costado versátil. Además, si el color se nota pleno –sin un dejo desteñido o arratonado- disimulará una prenda con un corte no tan impecable o de calidad dudosa.

De todas maneras, no por estos atributos, tiene  vía libre ilimitada. En algunas situaciones, un outfit de este tono o la costumbre de vestir siempre en total black puede estar asociado con la falta de creatividad, poca preocupación por el cuidado personal y hasta inferir un estado de ánimo negativo. Por otro parte, a las mujeres con la piel muy pálida o el pelo rubio ceniza las hará ver muy deslucidas.

Otro punto es que, contrariamente a lo que se cree, no va bien con todos los colores. Conjuga perfecto con blanco, rojo o amarillo, y queda súper elegante con azul Klein, marrón rojizo y suela. En cambio, no forma una buena dupla con los pasteles y grises.

Entonces, ¿cuál es la regla para acertar? Reservarlo para ambientes formales y para la noche.

Las opciones para reemplazarlo: el carbón, el borgoña, el azul marino o Francia y el marrón suela. Son alternativas más descontracturadas y al mismo tiempo, adecuadas para el mundo corporate.

2. El trajecito no pierde vigencia

La realidad es que los códigos de vestimenta cambiaron y ya no hace falta llevar una prenda tan formal y acartonada. Las tipologías clásicas, por otra parte, pueden dar una estética rígida, aburrida o desactualizada.

Los sustitutos más actuales: las chaquetas sin solapas y los blazers oversized. También pueden resultar apropiadas las faldas midi, los pantalones tiro alto o las polleras tubo combinadas con remeras sueltas o los vestidos a la pantorrilla.

3.  Mejor pecar de clásica que de muy jugada. Cada ámbito de trabajo tiene sus reglas y en ciertos espacios la formalidad absoluta puede estar ausente. Por eso, un estilo neutro o net no necesariamente serán buenas opciones. Algunos ejemplos: en una agencia de publicidad, una consultora de relaciones públicas o una empresa relacionada con el diseño o la moda, un poco de excentricidad estará bien visto. Mientras que en un marco más tradicional, como un estudio de abogados o un entorno político, las prendas de temporada o más sexy no serán adecuadas.

La clave para lograr el equilibrio justo: armar los outfits de acuerdo a las características de determinado lugar que conjuguen un poco de ambos mundos.

4.   Pensar que todo vale en la vestimenta para la oficina

Nadie puede negarlo: las corporaciones son cada vez más informales y la ropa, mucho más flexible. Pero esto no implica que todas las prendas del guardarropa sean todoterreno.

Si de todas maneras se busca un perfil casual, una estrategia conveniente será elegir únicamente un ítem de moda dentro del conjunto. Algunas combinaciones: un jean con roturas y zapatos más formales o de taco; o una remera de algodón básica con un pantalón o falda de una tela con buena caída o brillosa.

Los “no” rotundos: a las prendas que son aptas para la noche, demasiado ajustadas, con transparencias o que dejan ver la ropa interior, las musculosas, los tacos muy altos y el maquillaje estridente.

5.  Pensar que los looks laborales tienen que ser poco personales. 

La vestimenta es un poderoso elemento de comunicación no verbal. Entonces, ¿por qué desaprovechar este mensaje?  

¿Cuáles son los detalles para potenciar un sello personal único? Los accesorios, la forma de llevar el pelo, las combinaciones únicas de colores o aquellas particularidades que al usarlas con frecuencia definan un estilo.

Una pregunta que ayudará a encontrar un rumbo: ¿Qué querés que recuerden o digan de vos cuando ya no estés en la sala?

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